Conversación en La Catedral

En un primer momento, el origen y entorno social del personaje parecían presentarle todas las garantías de llegar a convertirse en una continuación de la propia vida de su padre, un hombre exitoso y con dinero, conectado a la política y perteneciente a una clase social alta. Sin embargo, aquellos episodios en los que interviene directamente (es decir, aquellos que comprenden desde el inicio de su vida adulta hasta el momento de la conversación a la que hace referencia el título) no fueron llevados a cabo de una manera decisiva, sino antes de un modo trunco e imperfecto. Por otra parte, es evidente que la situación final de Santiago Zavala es la de una persona vencida por su propia existencia, inconforme con su trabajo, su familia y su persona. Sería entonces lógico deducir -como lo hace el personaje- que existió un evento exacto que propició su caída, para después pasar a analizar todos aquellos que podrían ser identificados como tal. A pesar de ello, no me parece posible señalar aquel momento preciso, y creo que este es el verdadero punto de la novela: el problema de Santiago Zavala no fue uno de decisión, sino de determinación.
A fin de que tal momento hubiera podido darse, las repercusiones de este deberían haber afectado la vida del personaje de forma definitiva, hecho que no llega a suceder nunca. Tomemos por ejemplo su captura junto a otros estudiantes comunistas: algunos de ellos fueron encarcelados, otros fueron desterrados; sin embargo, él logró salir de la cárcel la misma noche de su arresto debido a la intervención paterna. Lo que para otros fue un hecho que determinó sus vidas, para él no fue más que un paso adicional hacia la situación en la que se encontraría al iniciar la novela, puesto que sus efectos no lo alcanzaron del todo. Lo mismo podría decirse acerca de la relación entre él y su familia, con la que nunca llegó a resolver sus problemas; con su empleo (el cual siempre le pareció indigno de él, incluso cuando consiguió escribir editoriales); o con su mujer (a quien no se podría decir que amaba, aunque le tuviera cariño).
Con todo esto quiero decir que, si bien hubo momentos importantes en la vida de Santiago Zavala (en los cuales decidió hacer o no algo), su imposibilidad para verse afectado del todo por las consecuencias de sus decisiones (debido a su falta de determinación en cuanto a afrontar plenamente los resultados de sus actos) hacen imposible la aparición de el momento definitivo en su existencia. Entonces ¿qué ocurrió con Santiago? Creo que su problema fue tratar de encontrar la explicación a su estado final en un evento externo, cuando en realidad la cuestión fue siempre interna y ligada a aquella fascinación personal por el fracaso que lo domina a través de la historia (y probablemente desde antes si nos fuera posible conocer algo más sobre su pasado). No obstante esta fascinación, su carácter era tan débil que no le permitía llegar a destruirse del todo, sino únicamente elegir realizar actos insignificantes que en su conjunto lo llevaron a la vida insubstancial que termina padeciendo. Este examen personal no llega a ofrecerle redención alguna y, al parecer, esta sólo llegaría -como instintivamente lo señala Ambrosio hacia el último capítulo- con la muerte, conclusión tanto de una vida digna como de una mediocre.
Con todo esto quiero decir que, si bien hubo momentos importantes en la vida de Santiago Zavala (en los cuales decidió hacer o no algo), su imposibilidad para verse afectado del todo por las consecuencias de sus decisiones (debido a su falta de determinación en cuanto a afrontar plenamente los resultados de sus actos) hacen imposible la aparición de el momento definitivo en su existencia. Entonces ¿qué ocurrió con Santiago? Creo que su problema fue tratar de encontrar la explicación a su estado final en un evento externo, cuando en realidad la cuestión fue siempre interna y ligada a aquella fascinación personal por el fracaso que lo domina a través de la historia (y probablemente desde antes si nos fuera posible conocer algo más sobre su pasado). No obstante esta fascinación, su carácter era tan débil que no le permitía llegar a destruirse del todo, sino únicamente elegir realizar actos insignificantes que en su conjunto lo llevaron a la vida insubstancial que termina padeciendo. Este examen personal no llega a ofrecerle redención alguna y, al parecer, esta sólo llegaría -como instintivamente lo señala Ambrosio hacia el último capítulo- con la muerte, conclusión tanto de una vida digna como de una mediocre.